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comenten sobre la diferencia lingüística entre lo femenino y masculino

Abundan hoy en día los estudios que abordan la cuestión de la diferenciación lingüística en razón del sexo de los hablantes. La obra de Irene Lozano destaca por diversos motivos. En primer lugar, aborda la cuestión desde una medida ecuanimidad, algo difícil de encontrar en muchas obras y artículos sobre este tema. En segundo lugar, posee una muy buena estructuración, cosa que facilita el desarrollo de las ideas. En tercer lugar, posee una claridad expositiva poco frecuente en el ámbito de los estudios lingüísticos.

La perspectiva elegida para estudiar la diferenciación lingüística de los sexos es la sociolingüística. Desde este terreno, Irene Lozano analiza las carencias de muchos de los estudios realizados sin tener en cuenta las variables necesarias para dar una más completa comprensión de los fenómenos.

Particularmente interesantes son las críticas realizadas sobre los estudios dialectológicos, cuyos prejuicios en la selección de las muestras representativas de las encuestas han llevado a conclusiones, cuanto menos, desviadas de la realidad del lenguaje. Los problemas detectados afectan al método excluyente seguido, más basado en los prejuicios y estereotipos históricos que en consideraciones reales. La selección de un hablante-tipo, predeterminado como representativo de una localidad, y el relegar a las hablantes a un nivel de mera complementariedad, producía una imagen distorsionada que se trasmitía a las conclusiones finales de los estudios dialectológicos. La selección de los temas de los cuestionarios o de las preguntas demostraban una dirigismo claro. El lenguaje, en última instancia, era algo masculino.

Lejos de cualquier enfoque reductivo o aislacionista del lenguaje, Irene Lozano analiza los actos comunicativos en los que el lenguaje se utiliza según las circunstancias. No existe un "lenguaje masculino" y otro "femenino"; existen circunstancias en las que unos hablantes intercambian discursos y se rigen para ello por normas complejas, es decir, realizan un determinado comportamiento lingüístico. El estudio de las estrategias comunicativas es de particular interés para comprender el uso del lenguaje por cada uno de los sexos. Hombres y mujeres siguen distintas pautas, diferentes estrategias según sean sus interlocutores, según sean de uno u otro sexo o según sea una comunicación pública o privada. La obra da buena cuenta de todos estos planteamientos comunicativos según los contextos y los tipos de interlocutores implicados.

A Irene Lozano no le gusta hablar en términos de "normas", prefiere hablar de tendencias y de estilos. La idea de "norma" acaba generando la de "desviación" y otras del mismo tenor en cadena. Al final siempre hay unos "paladines" y unos "agresores"; unos "innovadores" y otro "conservadores", etc. Las conclusiones a las que llega en cada caso se encuentran estidísticamente relativizadas por los datos sobre el uso concreto. La buena documentación exhibida a lo largo de toda la obra permite conocer fuentes de resultados contrarios y el análisis de las divergencias. La autora no se esconde tras los datos -cosa bastante frecuente- aparentando un distanciamiento falso; muy al contrario: una de las cosas que más se han de valorar en la obra es su sinceridad y valentía a la hora de emitir juicios. La neutralidad sería posible si el lenguaje fuera algo neutral en la sociedad, pero -como hemos dicho anteriormente-, el lenguaje se da en una sociedad que además es la nuestra.

El lenguaje, como hecho social, está sujeto a cambios, que van a remolque de los producidos en la propia sociedad. Sería deseable que todas aquellas diferencias que son reflejo de una distinta educación o una desigual distribución de los roles fueran difuminándose, hasta lograr que permaneciesen sólo aquellas que conforman nuestra identidad sexual, aunque es muy difícil señalar exactamente dónde empiezan unas y terminan otras.
Los estilos conversacionales del hombre y de la mujer son dos formas distintas de lograr un mismo fin: la comunicación con los demás y la expresión de nuestro pensamiento. La existencia de diferencias queda demostrada, por más que algunos se empeñen en negarla. Ahora bien, ninguno de los dos estilos es mejor que el otro, sino que cada uno se adecúa a los propósitos del hablante que lo emplea (pp. 279-280)

La obra tiene como doble finalidad el análisis de los comportamientos y estilos discursivos de ambos sexos, es decir, la búsqueda de una diferencia real y no inducida por mecanismos sociales de dominio y marginación, y -de no menor importancia- el desenmascaramiento de los prejuicios disfrazados de objetividad, de las desviaciones al hilo del tópico o del estereotipo en el estudio del lenguaje.

En muchas ocasiones, cuando escarbamos en la verdad, nos encontramos con la creencia.

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